El encino escarlata

 

La mujer murió, y la enterré bajo ese encino que está en mi patio trasero. Nadie supo que la mate. Una noche basto para soltar mi locura, mientras besaba su cuello por detrás, el fino corte del bisturí sobre su yugular partió su tráquea. Me dio pena verla sufrir asi que termine su sufrimiento con una simple estocada a su nuca. La vi inmóvil entre la sangre y la lleve rápido al agujero que hice al lado de mi hermoso encino.

Pasaron las semanas y la vida pasó normal. El color escarlata se había ido de mi casa, una rápida remodelación me permitió esconder las señales de ese bello aroma. Todos preguntaron donde estaba la mujer, pero las respuestas no llegaron. Mientras yo cubrí el tema con la hermosa vista de mi hermoso encino. Sus hojas verdes enamoraban a cualquiera que lo contemplara.

Fue hasta el final de la primavera que noté la primer hoja escarlata. Como si fuera la primera cana de un hombre viejo, esa hoja apareció. Solo yo lo note. Los días pasaron y vi más hojas que cambiaron de color. Los vecinos lo notaron y se maravillaron con el extraño suceso. Entonces una noche, cuando las brisas golpearon las hojas, me llego esa fragancia singular, que yo no reconocí al instante.

Las noches se fueron haciendo más duras y el aroma volvía a la casa hipnotizando mi olfato y nublando mi memoria. Ese encino me estaba volviendo loco. No podía dormir y empecé a tener que buscar ayuda de medicamentos. El árbol cada día obtenía ese color rojo rubí. Y llamó tanto la atención, que varios científicos buscaban estudiarlo. Me negué a tales estudios pues temía que descubrieran la verdad de lo que había en sus raíces. Cuando el árbol completo su transformación, lo mire. Tenía un hermoso color similar al de un rosal.

Esa noche mientras dormía tranquilo por primera vez en meses, mi nariz noto el dulce olor del árbol. Fue tan intenso que me despertó. No pude resistir y me dirigí al enorme árbol. El aroma me dirigía como si fueran migas de pan que me llevaban al país de los dulces. Llegue a la base del árbol y sin pensarlo, lo empecé a escalar. No pasó mucho cuando llegue al origen del olor. La única hoja verde que había en el árbol. Disfrute de su aroma como un sommelier antes de degustar un buen vino. Entonces una ráfaga de viento empezó a golpearme.

No vi exactamente lo que pasó pero sentí un golpe por detrás. Caí de manera lenta hasta que mi columna impactó contra el césped y me impidió moverme. Veía alrededor con dificultad y estaba rodeado de hojas rojas. Trate de pedir ayuda, pero no pude. Mi cuerpo estaba inmóvil por el dolor. Solo vi el encino moverse de manera sutil hacia mi ser. Era como si esa mujer hubiese tomado la voluntad de mi amado árbol.

El árbol cayó sobre mis piernas, desenterrando sus raíces y con ellas el cuerpo de la víctima de mi crimen. Al llegar los policías y la ambulancia, fui puesto en la camilla, con unas frías esposas sobre mis muñecas. Logré ver el cuerpo de mi víctima entre las ramas del encino. Tan bello, tan frágil e intacto de cualquier descomposición. Su sonrisa era perfecta, como si quedara satisfecha con su vendetta. Yo perdí ambas piernas, y fui condenado por el horrible crimen. No me quedó más que vivir el resto de mi vida encerrado y sin la vista de mi hermoso encino que fue otra vez plantado en mi casa y sigue conservando ese tétrico color sangre.

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